En un rincón secreto de Venezuela, lejos de las multitudes que una vez corearon su nombre, María Corina Machado, apodada la “Dama de Hierro” por su férrea determinación, enfrenta la prueba más dura de su vida política.

La represión no ha quebrado su espíritu. Desde la clandestinidad, Machado ha intensificado su agenda internacional, apelando a figuras clave de la política estadounidense como Donald Trump, recientemente electo para un segundo mandato presidencial, y sus aliados Marco Rubio y Mike Waltz, cuyas posturas frente a los regímenes autoritarios de América Latina han sido inflexibles.

Machado ve en esta coyuntura una oportunidad única: Maduro, dice, está más débil que nunca, aislado por líderes de la región como Luiz Inácio Lula da Silva y enfrentando fracturas internas en su partido.

Tras galvanizar a una nación para desafiar al régimen de Nicolás Maduro en las urnas, la líder opositora se encuentra ahora en la clandestinidad, aislada del mundo, sin más compañía que su convicción.

El aire de su refugio es denso, impregnado de la tensión de una vigilancia constante. “Extraño un abrazo”, confesó Machado en una rara entrevista virtual con Julie Turkewitz para The New York Times, una vulnerabilidad que contrasta con la imagen de fortaleza que proyecta.

El precio de su lucha no es solo el exilio forzado de su candidato, Edmundo González, quien huyó a España tras declararse vencedor en unas elecciones cuyos resultados, según pruebas documentadas, lo colocaron como el claro triunfador con un 70% de los votos. Es también la separación de su familia y la renuncia, al menos temporal, a una vida en libertad.

Apenas horas después de los comicios de julio, el gobierno de Maduro se adjudicó la victoria sin presentar evidencia. Machado y su equipo, en respuesta, publicaron actas de más del 80% de los centros de votación que corroboraban su triunfo. Pero la maquinaria represiva del régimen no tardó en actuar: cerca de 2.000 personas han sido detenidas desde entonces, incluidos colaboradores cercanos de la líder opositora. Al menos cuatro han perdido la vida, entre ellos Isaías Fuenmayor, un joven de solo 15 años