Este martes, cuando se cumpla un cuarto de siglo de su mordisco en la oreja de Evander Holyfield, el mundo del deporte reconocerá a Mike Tyson como uno de los púgiles más temibles del siglo XX, pero lo recordarán por su episodio caníbal.
En Las Vegas, Tyson salió a cobrarle una deuda a Evander, quien lo había noqueado el año anterior. Impotente porque había perdido los dos primeros asaltos, enojado por los cabezazos recibidos, se fue sobre su rival y sin importarle que fue penalizado con un punto por morderlo, persistió le arrancó un pedazo de oreja.
¿Por qué lo hizo Mike? Buscar una explicación al comportamiento de Tyson es una pérdida de tiempo. Lo más que han dicho los sicólogos es que la manera de ser de Mike fue su forma de expresar rebeldía ante un mundo que desde niño lo machacó, al cual salió a cobrarle las afrentas.
Fruto de una familia partida, con un padre desentendido, y hundido en la pobreza, Mike sufrió acoso en la escuela y pronto desarrolló una desobediencia que algún esrudioso interpretó como su manera de rebelarse a su injusta vida.
Desde que debutó como profesional en marzo de 1985 se creó una imagen de desentendido de las reglas, la que arrastraba desde la infancia, cuando lo reconocieron como el chico malo del barrio.
A pesar de su estatura baja, 1,78 metros, el “Iron” Tyson marcó una época como uno de los púgiles de mayor poder. Poseía una gran velocidad, una pegada brutal y una carrocería a prueba de impactos, lo cual le permitía ir hacia adelante con instinto de depredador.
En noviembre de 1996, a los 30 años, se sentía Dios, pero Holifield lo bajó de la nube. Después de dominarlo en un pleito en Las Vegas, lo derribó en el undécimo asalto para endosarle su segunda derrota.
La revancha millonaria quedó pactada para el mismo lugar el 28 de junio de 1997, un día que marcó la historia del boxeo y la de Tyson, protagonista del hecho más raro del pugilismo y uno de los más extraños de la historia del deporte.
Holyfield sacó ventaja en los dos primeros asaltos. Las tarjetas de los jueces Duane Ford, Chick Giampa y Jerry Roth marcaron ventaja de 20-18 para Evander ante un Tyson desesperado que reclamó entradas con la cabeza de su rival.
Frustrado, el “Iron” mordió a Evander. Fue penalizado con un punto, pero fue por más y como abominable hombre de la prehistoria le arrancó un pedazo de oreja a su oponente, por lo cual lo descalificaron en el tercer round.
Los medios se le echaron encima. A la manera de los viejos tiempos volvió a mostrarse como víctima, pero esta vez nadie lo entendió, como sí sucedió cuando de niño vivió donde lo encontró la noche, a veces en sitios inmundos, sin agua ni luz.
“Sabe a culo”, dijo cuando le preguntaron muchos años después por la oreja de su rival, del que se burló al montar el negocio “Mike bites”, con gomitas de cannabis con la forma de la oreja de Evander.Mike terminó con 50 victorias, 44 por nocáuts, seis derrotas y un historial de escándalos que incluyeron peleas callejeras, violaciones y cárcel.
Fue un gigante, pero este martes, 25 años después, será recordado como un hombre chiquito, o por lo menos incivil, por haberle quitado un pedazo de su cuerpo al único rival que lo superó dos veces.O tal vez la gente no sea tan dura y solo interprete el hecho como una historia del pasado, algo cómico como el vídeo publicitario que circuló en 2018 en el que Tyson toca la puerta de Holyfield, le da un cajita con su pedazo de oreja y lo abraza.