El fenómeno de las peleas a bofetadas ha dado lugar a la Power Slap League, regulada por la Comisión Atlética de Nevada, pero toda la empresa tiene poco que ver con los deportes que derivan su poder de aprovechar lo mejor de la humanidad.
Es más bien una exhibición de puro castigo creada para obtener índices de audiencia televisiva, reproducciones de videos y dinero, dinero, dinero.
Kortney Olson, noqueada durante una competición de lucha a bofetadas televisada a nivel nacional, en su casa de Las Vegas, el 2 de marzo de 2023. (Bridget Bennett/The New York Times)
Si tienes un mínimo de conocimientos sobre traumatismos cerebrales y los peligros que entrañan los golpes en la cabeza, que esto te sirva de advertencia: no mires sin una bolsa de mareo en tu regazo.
Kortney Olson lo aprendió por las malas. Olson, de 41 años, fisicoculturista y propietaria de una empresa de ropa, apareció en el primer episodio de “Power Slap: Road to the Title”, una serie que debutó en TBS en enero. Su aparición en el programa fue su primer combate a bofetadas y, según ella, el último.
“Fue una experiencia horrible”, comentó en una entrevista reciente, refiriéndose a la supuesta competición producida por Dana White, presidente del Ultimate Fighting Championship de artes marciales mixtas y el más prominente feriante de la lucha a bofetadas.
En la televisión nacional, Olson y su oponente siguieron las reglas típicas de la lucha a bofetadas. Colocadas a unos metros de distancia, se turnaban para propinarse golpes con la palma abierta en la cara, a toda velocidad y cargados de adrenalina.
Olson y su rival, Sheena Bathory, no se inmutaron ante los golpes. Eso no está permitido. No retrocedieron para evitar ser golpeadas. Eso no está permitido. No levantaron las manos para detener o desviar un golpe. Eso tampoco está permitido. Cuando golpearon a Olson, perdió el conocimiento y cayó al escenario del UFC Apex de Las Vegas como una lata de refresco aplastada y tirada a la basura.
“Al instante, vi todo negro”, aseguró.
Se levantó, pero en seguida cayó de bruces. Se levantó con dificultad, tambaleante y aturdida. “¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?”, recuerda que pensó.
En la retransmisión de la TBS, se reprodujo un video en cámara lenta del golpe con la cara desfigurada para una audiencia televisiva de casi 415.000 espectadores. La cámara cortó a White, que miraba en una habitación cercana, alegre.
White quiere que la lucha a bofetadas sea la siguiente cosa en volverse un gran éxito.
“Imbéciles”, llama a sus críticos, señalando que muchos fueron igualmente despectivos con la UFC y sus predecesores en el pasado.
Dice que la lucha a bofetadas, tal como él la presenta, con controles de seguridad y médicos a mano, es más segura que el boxeo.
“En el Slap se dan de tres a cinco bofetadas por combate. En el boxeo, los púgiles reciben entre 300 y 400 golpes por combate”, explica, y añade que si a alguien no le gusta, no está obligado a mirar.
Omitió el hecho de que muchos participantes en peleas de bofetadas solo reciben un golpe y este es el que los deja inconscientes.
Mira, el boxeo merece su propio nivel de crítica y castigo. Pero conlleva una gran habilidad. Los competidores pueden al menos protegerse. Pueden esquivar golpes, apartarse y levantar las manos. Por algo se llama la ciencia dulce.
En la lucha a bofetadas, hay poca habilidad perceptible y solo una línea de defensa: el cráneo de la persona. Ahí está el problema.
Camiseta de Kortney Olson de la competición de lucha a bofetadas en su casa de Las Vegas, el 2 de marzo de 2023. (Bridget Bennett/The New York Times).
Fuente: Yahoo En Español.