Los malvados de carne y hueso son grandes seductores y se aprovechan de nuestra bondad para hacer de las suyas. A diferencia de en la ficción, no suelen recibir su castigo pues, a menudo, nos mostramos excesivamente indulgentes pensando en sus razones para cometer los agravios

Ya desde niños nos avisan los cuentos. Los malvados existen: el lobo, el ogro, la bruja, etc. En los comics, todo superhéroe tiene su villano, el Joker, Magneto, Pingüino. Pero, como los buenos siempre ganan y los héroes salvan a la humanidad, damos por descontado que los malvados van de cara y recibirán su merecido.

¿Qué pasa en la realidad? Los malos de carne y hueso pasan desapercibidos durante mucho tiempo, son grandes seductores y se aprovechan de nuestra bondad para hacer de las suyas. No reciben su castigo pues, a menudo, nos mostramos excesivamente indulgentes pensando en sus razones para cometer los agravios, obviando lo evidente: sus abusivas conductas y el daño causado.

En los últimos tiempos, quizás por la incertidumbre de la pandemia, la guerra o el aviso de la crisis económica, hay un aumento de personas que narran historias de conductas espeluznantes de malvados camuflados, que ejercen verdadera violencia en la vida cotidiana sin ningún reparo.

SÍNDROME DE LA VÍCTIMA

Al principio, como Caperucita, nadie se da cuenta de la manipulación malévola. La empatía emocional -esa que nos pone en el lugar del otro- se activa en la amígdala y lleva a la compasión rápido. "Pobrecillo lo pasa mal" es nuestro alegato. Nos dan pena. Ellos lo saben, se muestran encantadores; son tan cándidos que dan ganas de ayudarlos.

Pronto empiezas a notar alguna leve acción hostil, insinuaciones, mentiras, pequeñas humillaciones, toquecitos sin importancia o te pegan un corte con la precisión de un bisturí, pero con una gran sonrisa.

Empieza la segunda parte, ahora la intención es desestabilizarte. Cuando insinúas que te ha hecho daño arranca la etapa del ' victicinismo', es decir, se hace la víctima, una forma de forma de manipulación mediante la cual se da por ofendido, se muestra susceptible o sugiere que tú sufres algún tipo de delirio. Ellos pueden tratar mal, tu a ellos jamás.

En la tercera etapa, la culpa es siempre tuya y acaba por hacerte responsable de todo lo sucedido. El objetivo es minar tu autoestima. En ese momento dudas de ti mismo, piensas "¿no seré yo quien se inventa todo esto?" Esta confusión psíquica se agrava por la negación de algunos amigos y allegados que te dicen: "Pasa no vale la pena estar mal por eso" o "Es un impresentable, olvídale". Entonces, la destrucción moral ha comenzado; ahora decides ser cordial con la esperanza de que eso le aplaque. Una expectativa errónea pues perciben tu amabilidad como debilidad y esto activa su crueldad.

El odio y el amor comparten circuitos cerebrales

Investigadores de la Universidad de Londres que estudiaban los circuitos neuronales del odio, encontraron que eran los mismos que los del amor romántico. Con una pequeña particularidad: mientras que los románticos desactivan el córtex, la parte del cerebro pensante, y pierden la cabeza por el amado, los 'haters', los odiadores, hiperactivan las zonas del pensamiento, posiblemente para maquinar mejor el daño. Por lo tanto, la perversidad nace de un sesgo mental que supone, no solo que el otro está equivocado, sino que actúa contra él con mala intención, para hacer daño porque es deshonesto y mezquino, lo que justifica la desconfianza y valida el posible ataque.

La víctima acude a consulta por falta de autoestima, inseguridad, insomnio, ansiedad, depresión o ideación suicida. Se quejan de sus compañeros, parejas o familiares, pero no tienen conciencia de la violencia subterránea que están sufriendo, y tampoco, se atreven a "hablar mal de ellos" pue se sienten ¡asustados, culpables o avergonzados!

Se trata de un suicidio psicológico pues se instala el deseo imposible de que le consuele aquel que le hiere.

LA TRIADA OSCURA

Una viñeta en la red representa al diablo tumbado en el diván: "Doctor, intento ser bueno, pero no puedo ¿por qué?", le dice a un Freud que responde con gesto desconcertado. No están enfermos, no sufren trastornos de la personalidad, ni siempre en su historia ha habido un gran sufrimiento o maltrato. Hace tiempo que la ciencia busca el gen malvado. Sabemos que hay circunstancias biológicas y psicológicas que propician a estos individuos con "empatía cero" seres, egoístas, desaprensivos y despiadados. Lo mejor es identificarlos a tiempo porque, con ellos, el amor no obra milagros.

Son la Tríada Oscura, término acuñado en el 2002 por los psicólogos Delroy Paulhus y Kevin Williams de la Universidad de la Columbia Británica. Narcisistas, psicópatas y maquiavélicos. Un mismo individuo puede mostrar uno de estos rasgos o tenerlos todos combinados.

Narcisistas. Gracias al cuento de Blancanieves, su madrasta y su "Espejito, espejito quien es la más bella del reino" sabemos que hay personas que no dudan en despreciar y arrinconar a cualquiera que pueda hacerles sombra. Un narcisista está ávido de admiración y aprobación, pero lo hacen despellejando a los que están a su lado. Si te sientes como un gusano tienes uno cercano. Una joven médica arrogante trabajaba en la consulta de una doctora senior de renombre. Cuando la doctora enfermó, ella no dudó en intentar quedarse con el negocio. Cuando ésta regresó recuperada, la malvada utilizó todos los medios a su alcance para desprestigiarla, incluyendo denuncias falsas. "Mi único delito es no haberme muerto", afirma la doctora aliviada.

Psicópatas. Úrsula, de la Sirenita, es un ejemplo de los que quieren convertir a otras personas en objetos de su propiedad. Para ello no dudan en buscar tu punto vulnerable: tus anhelos más profundos. No tienen compasión, pues tenerla supondría considerar a otro como un ser humano. Trasgreden cualquier límite para sentirse poderosos. Son hábiles en leerte la mente (empatía cognitiva se llama) para hacer un daño más refinado. Un hombre pidió a un okupa que entrara en el piso vacío propiedad de su ex mujer sabiendo que ella intentaba venderlo. Le dio además la consigna de hacerse el muerto si ella entraba y así podía "atacarla como si fuera un accidente".

Maquiavélicos. El lobo de Caperucita es el maquiavélico que engaña y miente mientras "te dora la píldora". Bajo su conducta inofensiva y benévola, son fríos, calculadores y solo persiguen sus intereses. Que el odio lleve puesta una sonrisa no significa que sea menos dañino, es la "ira fría", según el psicólogo K. Scherer. Camuflados de "abuelita" tienen grandes dientes para comerte mejor. Un empleado con este rasgo llega tarde, acosa a su compañero pues no duda en señalar "sus supuestos fallos" y es encantador con sus superiores. La víctima calla por temor a perder su trabajo.

Llama la atención la deshumanización del otro, la falta de sufrimiento (sin culpa no hay arrepentimiento), la autojustificación y que sean los primeros en pedir compasión. Cada uno de nosotros puede usar puntualmente un proceso malvado, en momentos de rabia o agravio, pero enseguida cambiamos registro. Lo que les vuelve dañinos es la frecuencia y la repetición de sus conductas destructivas a lo largo del tiempo que pueden afectar directamente a la identidad de la víctima.

LA SOCIEDAD

Parece que nuestra sociedad no percibiera la violencia indirecta. No tenemos buenos sensores para los malos integrados en todos los ámbitos. En el día a día, bajo la idea de respetar la libertad podemos no percibir situaciones, incluso graves que están pasando. Es más, parecen que poseen un superpoder, el de manipular de un modo natural, lo cual parece una buena baza en un mundo como el de la política o negocios. El damnificado puede ser fácilmente olvidado. Cuanto ganaríamos si les pusiéramos límites enseguida y no les funcionara su conducta, sencillamente no la usarían, pero solo nos indignamos cuando aparecen en los medios de comunicación presentados y amplificados.

"Un solo bien puede haber en el mal: la vergüenza de haberlo hecho" decía Séneca.

Fuente: ELMUNDO